jueves, julio 12, 2012

EL SAPO SOÑADOR.


Se dice que en un fangoso pantano, en donde los animales preferían morir de sed antes de beber sus aguas, vivió un sapo al que apodaban ‘‘El Sapo Soñador’’. Así le llamaban los demás animales por la historia que contaba.

Cuando por casualidad o error un animal del bosque se acercaba a aquel sucio pantano, él no perdía la oportunidad de contarle un fantástico cuento. Les decía que él en realidad no era un sapo, sino un príncipe que una malvada bruja había encantado.

Historia que arrancaba múltiples carcajadas a quienes la escuchaban, pues el sapo también les decía que algún día llegaría una princesa, y que con uno de sus besos lo rescataría de aquel cuerpo que no le pertenecía.

- ¡Ya deja de contar esa farsa! – Le suplicaba el ajolote que vivía a su lado – ¿Qué no te das cuenta de que eres ‘‘el hazmerreír’’ del los alrededores?

- No es ninguna farsa – contestaba él, algo disgustado – es la pura verdad. Mi mamá me la contó cuando apenas era un niño.

- Al igual que a mí la mía, pero eso no quiere decir que sea verdad. Tú y yo somos los animalejos más repugnantes del mundo.

- Lo serás tú si así te sientes, porque yo no, yo soy un príncipe que tuvo la mala fortuna de cruzarse en el camino de una malvada bruja – reafirmaba él.

En el pasado, la vida del Sapo Soñador no había sido nada sencilla, pues a diario tenía que lidiar con los cientos de mosquitos que frenéticamente intentaban alimentarse con su sangre, hasta que un día descubrió que aquellos molestos insectos eran un rico alimento.

A partir de entonces su vida se simplificó, sabiendo que hasta de los entornos más desagradables él podía sacar ventaja para nutrir aquel cuerpo del que el día menos pensado escaparía para convertirse en el príncipe que en realidad era.

Él gozaba desde el primer segundo de la mañana en el que abría los ojos para dar inicio a un nuevo día. Se posaba sobre la única roca que había en aquel lodazal a disfrutar los cálidos rayos del sol sobre su cuerpo.

Su vida se dividía en tres tiempos, presente, pasado y futuro, y los tres los disfrutaba por igual. Ahí en esa roca se ponía a soñar sobre lo que era, lo que fue y lo que algún día sería.

- ¡Creo que hoy será un día maravilloso! – le decía a su amigo el ajolote dando un profundo suspiro – ¿Ya viste que hermosos rayos de luz nos regala Gran Sol?

- Eso es lo mismo que vienes diciendo desde el primer día que te conocí, y los días siempre vienen siendo igual, monótonos y aburridos ¿Por qué tienes que ser tan falso? – le decía el ajolote con un tono de pesimismo que desmoralizaría a cualquiera, pero no al Sapo Soñador!

- Lo que digo no es simulado, nadie puede simular toda la vida – refutaba el sapo.

- ¿Entonces dónde está lo extraordinario de este día, si yo lo veo igual que los demás?

- Un día no puede ser igual a otro, cada uno tiene su singular encanto!

- ¿Y entonces por qué yo veo todos igual? - preguntaba el ajolote.

- Porque tu actitud pesimista es la misma – argumentaba El Sapo Soñador

– cuando cambias esa forma de ver la vida, mejora el panorama a tu alrededor.

Este estéril debate era interminable, el ajolote no podía imaginar como un ser de aspecto tan repugnante y despreciado por todos, al igual que lo era él, podía decirse ser un príncipe y vivir tan feliz en medio de aquella inmundicia como si en verdad lo fuera.

Pero si para el ajolote, que era similar al sapo, aquello era inconcebible, lo era aún más para los demás animales del bosque que huían de aquel pútrido hedor que despedía el fangoso pantano.

- ¿Qué clase de loco es ese sapo para sentirse príncipe si está rodeado de asquerosidad? - se preguntaban.

– No es ningún loco, es un Sapo Soñador – se escuchaba la voz del sabio búho desde la oquedad de un árbol.

Fue él el que lo llamó ‘‘El Sapo Soñador’’.

Los animales del bosque sólo se acercaban a aquel repulsivo lugar cuando estaban tremendamente aburridos y querían divertirse un rato.

- Buenos días chico, venimos a solicitar una audiencia con ‘‘Vuestra Majestad, Don Sapo’’ – le decían al ajolote, escapándoseles pequeñas risotadillas.

- No tienen que solicitar audiencia, ustedes son mis amigos y los atenderé en el momento que ustedes gusten – contestaba el sapo con su asperosa voz y su corazón anheloso de ser escuchado. Respuesta que desencadenaba una cascada de risotadas.

- Cuéntenos Su Majestad, ¿Cómo va todo por su este ‘‘su reino’’? - le preguntaba en venado conteniéndose la risa - ¿Dónde ha dejado su corona?

- Todo va muy bien por aquí, aunque déjeme decirle amigo venado, que este no es mi reino, mi soberanía comenzará cuando abandone este cuerpo que me tiene atrapado aquí. Será en un lugar muy lejano y será entonces cuando en mi cabeza posará una corona tan majestuosa como sus astas.

- Pero no se olvidará de nosotros ¿Verdad? - preguntaba la golondrina deseosa de ser participe de aquella bufonada.

- ¡ Oh, claro que no amiga golondrina ! Yo nunca me olvidaré de ustedes – respondía el sapo con mucha sinceridad – lo que si le adelanto es que estaré muy ocupado, y le propongo sea usted el enlace entre mi palacio y este lugar.

- ¡ Como envidio a la golondrina por la misión que le a asignado ! – Dijo socarronamente el ruiseñor - ¿No tendrá una para mí?

- ¡ Claro que sí amigo ruiseñor ! ¿Por qué no viene usted a alegrar mi castillo con su hermoso canto?

- Honrado me siento con tal propuesta – comentó el ave cantora – sobre todo porque he escuchado que ustedes los de la Realeza son instruidos en el arte de la trova ¿Por qué no nos deleita con su melodiosa voz?

Gustoso el sapo comenzaba a croar con su ronca voz, mientras sus espectadores se reían de él.

Después de dar su espectáculo y ser abandonado por su público, el sapo se ponía a comer con su fiel acompañante.

- ¿Cómo puedes sentirte Príncipe, si estas aquí conmigo alimentándote de gusanos, moscas y lombrices?

- Porque lo soy amigo ajolote. Yo soy un príncipe – contestaba el sapo con mucha seguridad.

El tiempo pasó, y llegó un día en el que el cansado y deteriorado cuerpo del Sapo Soñador enfermó, al tal grado que ya le era imposible alimentarse por si mismo, tenía que ser ayudado por su inseparable compañero el ajolote.

- Gracias amigo ajolote, fue un placer compartir contigo experiencias, así como de estos deliciosos alimentos – comentó el sapo un día después de haber sido alimentado por su fiel acompañante, sabiendo que el fin de su vida se aproximaba – tu amistad fue de las vivencias más hermosas de mi vida. Espero haberte dulcificado la vida, así como tú lo hiciste conmigo.

- Sé que no debería hacerte esta pregunta, pero…- titubeo el ajolote - ¿De qué te sirvió creerte un príncipe y soñar toda la vida en que un día llegaría una princesa que te rescataría de tu horrible cuerpo de sapo, sí al final estás agonizando como cualquier otro animal?

- ¿Y qué importa que la princesa no haya venido a transformar mi cuerpo, sí yo viví toda mi vida como un Monarca? - respondió el sapo con una sonrisa delineada en su rugoso rostro - la vida es un sueño que tú controlas, y tú eliges entre la hermosa fantasía o la gris pesadilla que deseas vivir. ¡ Creo que yo hice una buena elección !

El sapo abandonó aquel cuerpo que a muchos les causaba repulsión, aunque no lo abandonó por el beso de una princesa, sino por deterioro natural del paso del tiempo. Pero su transitar por el pantano no fue en vano, el sabio búho desde la oscuridad de su morada se ha encargado de divulgar la historia del Sapo Soñador.

Ahora los animales del bosque, entre ellos el ajolote, saben que la vida es un sueño y todos son príncipes pudiendo vivir como tales, ¡¡¡ mientras no dejen de soñar !!!


JESUS TRUJILLO (El Sapo Soñador).



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Tel. 11 68 72 24




5 comentarios:

asdasd dijo...

excelente no podría decir nada mejor

Nati dijo...

No debemos de dejar que los ladrones de sueños nos roben los nuestros.

Un abrazo!!!

CAVA dijo...

Adrian:

Muchas gracias, a Jesus le gustaramucho tu comentario.

Un abrazo.

CAVA dijo...

Nati.

Como siempre es unplacer tenerte por aca ;)

Tienes toda la razon, no debemos dejar que nos robenlos sueños y mucho menos dejar de creer en la magia de estos.

Un beso grande ;)

Unknown dijo...

Me encanto