Todo comienza con una mirada, unas
pupilas que se agrandan, que brillan, que saben hablar en un idioma que no
podemos dominar.
Tenemos enfrente unos ojos que lo
entienden porque se expresan del mismo modo, se susurran, se acarician, se
sonríen y son solo ellos los que saben cuándo lo demás sobra, ahora no hay
cabeza, no hay corazón, no hay lugares, no hay relojes, no hay futuro, solo
existe el ahora.
No hay otro idioma que no sea ese
que se habla sin palabras y sin sonidos, no existe más que una mirada que pide,
que busca, que desea, que intuye, que cree y que sabe, sabe escuchar sin oídos,
hablar sin palabras, comprender sin mente, sonreír sin boca, desnudar sin
manos.
El espacio se llena con deseo, los
labios se acercan, sobra la mirada, los ojos se cierran, los labios se unen, se
reconocen, se entienden, se entreabren, se funden, las lenguas se enredan, se buscan,
se encuentran, se acarician, se entienden.
Y la piel se eriza, y pide, y las
manos la entienden y apartan la ropa, y la recorren, la descubren, la
reconocen, la memorizan, la respiración se acelera, sobran las palabras, falta
el aire, los cuerpos se entregan, saben cómo actuar, se entienden, se hablan,
se acoplan.
Y no hay más, no hace falta más
que lo que existe ahora.
Y todo empezó en una mirada.
Cava.
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