UNA AVENTURA.
-He pensado
que podríamos ir a un lugar más íntimo, donde estemos solos los dos, tú, yo y
nada más.
Te lo dije
con la mayor naturalidad, como si ambos estuviéramos acostumbrados a ello, como
si nos conociéramos de hace mucho, como si fuera la cosa más normal del mundo,
como si no hubiera entre los dos esa barrera infranqueable por habernos
conocido esa misma noche.
Tu no habías
pensado lo mismo, incluso creo que sentías algo de miedo, todo te parecía
demasiado extraño, como si le estuviera pasando a alguien más, tu mirada lo
demostraba, parecía que de repente tu vida pasaba a ser parte de una extraña película,
que jamás te hubieras atrevido a imaginar.
¿No quisiste
mirarme solo preguntaste, que clase de lugar?
Como si no
lo supieras, creo que intentabas engañarte a ti misma, imaginar que habías
entendido mal, pero no, un hotel, te respondí.
Una parte de
ti se negaba a creer lo que acababa de escuchar mientras la otra sin recato
alguno gritaba, ¡si!
No dijiste nada,
seguimos disfrutando de la fiesta de nuestra amiga en común, bailamos algunas
veces sin volver a tocar el tema, hasta que nos encontramos en la barra, fue
entonces cuando me dijiste, ¿nos vamos?
Ya estábamos
ahí, desnudos, abrazados, en esa cama muda y silenciosa que nos miraba
susurrante, abierta a contener nuestros cuerpos presos del deseo, a ser parte
de una más de las historias de encuentros deliciosamente fugaces que terminan
con el amanecer.
Nos quisimos
sabiendo que no habría mañana y nos amamos haciéndonos uno, en un beso fundido,
para dejarnos después y no volver a encontrarnos.
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