AMISTAD.
La mirada
llena de luz, la sonrisa intacta, igual que antes, una noche que invitaba a
soñar en compañía de las estrellas, un lugar especial, nuestro lugar, un
encuentro y un sentimiento, complicidad que se respiraba en el aire, tres almas
encontradas en un mágico momento, gestos y abrazos fundiéndose en cada minuto.
Yo del otro
lado del salón, contemplándolas, no me atrevía a acercarme, no en ese momento,
una de ellas empezó a gesticular palabras, yo no podía escucharla, pero su
imagen me consumio por un segundo, eterno viaje como un espectador oculto
temiendo ser descubierto, no quería que mi llegada rompiera el encanto de esa
escena.
Parecía
hablar tan cómoda, sentirse tan a gusto que de vez en cuando una sonrisa
interrumpía su discurso, sus ojos se cubrían de confianza y retomaba el aliento,
las otras dos escuchaban y sonreían al mismo tiempo que ella, era claro, las
unía un sentimiento, aquel que se encierra bajo esa cálida y estimada palabra:
AMISTAD.
Ahora ella
se veía preocupada, hablaba frunciendo el ceño, casi angustiada, indignada, sus
manos pegaban sobre la pequeña mesa, de pronto, dos manos tomaron la suya, en
una leve caricia, firmaron un pacto de apoyo mutuo que no necesito ser
explicado, ella pareció recobrar el aliento, la sonrisa perdida, la seguridad
de saberse comprendida por sus dos ángeles a los cuales llama
"AMIGAS".
Esta imagen
que suele ser vivida a diario y a la cual no le damos la importancia necesaria,
abrió ese cofre oculto de mis recuerdos, tanto que desde donde estaba me
sumergí en la nostalgia de esa amistad que tengo pero que nunca valore de
verdad.
Fue entonces
cuando me acerque, las salude como nunca lo había hecho, me sentí muy contento
al darme cuenta de que, a pesar del tiempo, nuestra complicidad seguía intacta,
al igual que la confianza, el cariño y el respeto, no tocamos el tema, pero nos
quedó muy claro que cada uno de nosotros, puede contar con los otros tres bajo
cualquier circunstancia, como antes, como siempre.
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